domingo, 24 de octubre de 2010

Agridulce ultramaraton de los andes


La Despedida


A minutos de la partida del Ultramaraton de los Andes. Lo que fue el Team Caracas Ultra Runners. El que tiene pinta de Taliban soy yo. El frio nunca ha sido mi mejor amigo.


Bárbaro. Nunca antes en la historia de este blog, ya para tres años, había publicado dos entradas en tan corto tiempo. Raro, no debe ser normal, y no lo es. De acuerdo que se haya despertado la vena literaria en mi, dormida durante 8 meses, sin embargo tengo que reconocer que no es ese el único motivo. Tal y como el titulo lo sugiere, el ultramaraton de los andes me ha dejado un sabor agridulce. ¿Porque ocultarlo?, contento por mi resultado, mi posición y el desempeño a lo largo del rudo recorrido por la cordillera de los andes, un nuevo aprendizaje adquirido, pero a la vez triste y visiblemente afectado porque esta carrera marco una despedida, no querida por mi, por el contrario prolongada hasta donde pude. No existe nada más malo en este mundo que despedirse. Las despedidas dejan una huella imborrable en nuestras vidas. Nunca se esta preparado para decir adiós a nada. Los recuerdos permanecen por siempre cuando el afecto por ese algo, persona o cosa ha penetrado en lo mas profundo de nuestras entrañas. Ojo, antes que lo piensen, no me despido del blog, procurare mantenerlo activo, seguir escribiendo es algo que me apasiona y seguirá apasionándome, así sea semestralmente, en realidad hablo de otra cosa. Para ser más puntual, me refiero a un par de amigos. Llegaron a mi vida sin mucho escándalo, casi desapercibidos, incluso con algo de desconfianza les abrí la puerta y los recibí. Tanto uno como el otro se ganaron mi confianza, y yo la de ellos, digamos que inicialmente cubrieron las expectativas que sobre ellos tenia. Poco a poco compartimos momentos inolvidables, especiales, aunque suene medio homosexual la acotación. Pero lamentablemente hay cosas que no pueden cambiar y no cambiaran, pase lo que pase. Y no tiene nada que ver con el refrán que dice "loro viejo no aprende a hablar". Como todo en esta vida que se rompe, incluso literalmente hablando, nunca, pero nunca es igual así se recomponga o repare, pero ni con pegaloca señores. Quedara una marca siempre visible, siempre un recordatorio de lo que paso, una huella, se quiera o no ver. Y muy probable esa marca a futuro provoque una nueva ruptura permanente, irremediable y aun mas dolorosa de aceptar, como efectivamente ha sucedido ahora.

No es y nunca será nada fácil reemplazar a los amigos y aunque así lo fuese, el asunto no es tan sencillo. Sentimientos como el aprecio, la amistad, la lealtad, el cariño, no se pueden ir a comprar a un supermercado así no más. Tampoco vienen en una caja de ACE. Hay, y seguramente habrá muchos otros, vamos, pero la amistad de ellos es y será irremplazable, son y serán únicos. Estuvieron justo en esos momentos de mi vida en los cuales los necesite, cubrieron mis necesidades en ese momento, cubrieron ese vacío, y me acompañaron, se puede decir que en las buenas y en malas. Se van ahora, en realidad se han ido a destiempo, poco a poco, primero uno, luego el otro. Me hubiese gustado que compartieran mas de su tiempo conmigo, la vida es así, son etapas que se superan. Poco se puede hacer cuando se llega al final de algo, a veces es irremediable la pérdida de esa bonita compañía. La resignación y tragar grueso es lo único que se me ocurre en este momento ya que el tiempo, que supuestamente cura estas cosas, es muy pero muy lento para mí gusto. No se si atrás quedaran los malos recuerdos, pero uno de ellos me hizo un daño sin igual, que reconozco no superare, es algo emocional que igualmente físicamente me afecta. Poco a poco fue maltratándome, sin yo saberlo, queriendo o no. No pregunto las razones porque se que no obtendré respuestas. Más por eso no le guardo rencor ya que lo bueno siempre compensara lo malo. Y cito todo lo anterior ya que esta carrera marco el final de dicho vinculo, después de esta, quizás, posiblemente, no mas!. Ojala dependiera de mi pero se que no es así.

Sentado en el kilómetro 32 vi llegar a algunos corredores, pero nadie sentado alegremente como yo. Cambio de planes, como que mejor no me quedo mucho tiempo aqui. Viendo el camino, no parecía muy complejo, un cortafuegos, aunque bien largo. Sin quitarme la chaqueta, el gorro o los guantes entonces partí nuevamente hasta el próximo puesto de abastecimiento. El sueño se me había quitado, así como el pequeño dolor en la nuca. La gota que derramo el vaso y una de las cosas que me hizo seguir fue que mientras estaba sentado en el puesto de control, entre las personas que llegaron se encontraba una muchacha. Una chilena, bonita, simpática, del estereotipo venezolano. No parecía corredora elite o algo por el estilo. Muy coqueta, tampoco su cuerpo era el de una corredora, es decir, definido, en forma. Parecía una muchacha normal. Pues también la vi llegar allí y comenzar a correr sin detenerse mucho tiempo. Pude observar que estaba haciendo la carrera de los 50 kilómetros. Para ese momento habían muchos corredores con el número color verde que denotaba dicha distancia. Mi número era color rojo.

Al cabo de un ratico de haber visto eso, vamos, yo también puedo correr. Comencé con un paso muy suave, alternándolo con la respiración. Estaba un tanto fría la mañana y soplaba algo de brisa. El sol aunque había aparecido no molestaba. Concentrado en cada paso comencé a alcanzar a corredores que iban caminando e incluso otros que igual trotaban, uno a uno, sin parar. En algún momento me di cuenta que se me quitaba el dolor en la parte baja de la espalda, quizá era producto de caminar. Al correr, pienso yo, se ejercitaban estos músculos. Saque un power gel y tome/comí la mitad del mismo, la otra la guarde en el bolsillo de la camisa. También tome un poco de gatorade de la botella de mi bolso. Espere que el power gel hiciera efecto, como en efecto hizo y pude sentirlo porque seguía trotandillo sin parar, también sin sudar o sudando muy poco. En algunas partes aparecían pequeñas cuestas y entonces me arriesgaba trotándolas también. La cosa estaba funcionando mejor de lo que esperaba. El camino muy amigable, una extensa pista entre tierra, arena y piedras sueltas. No me sentía sofocado a pesar de tener la misma ropa puesta con la que partí. Había dado con ese paso de crucero.

En algún momento me quite el gorro y lo guarde, no en el bolso, sino mas bien lo metí por la licra. Y seguía trotando y alcanzando gente. De inmediato supe, es mi mejor momento en la carrera, lo aprovechare. Muchos de esos corredores que me habían adelantado antes de llegar al kilómetro 32 los iba alcanzando uno a uno, y trotando. Incluso en ese momento pensaba, pero Dios, no voy tan rápido y sin embargo llevo un buen paso. Al cabo de media hora me termine de comer lo que quedaba del power gel y guarde el sobre vacío en el bolsillo de la camisa. El paisaje, plena cordillera de los andes, los andes chilenos, las montañas chilenas. Y les digo algo, a diferencia de otras carreras, donde pasaba por poblaciones rurales y civilizadas, aqui no había mas que montaña y camino. Ni un alma, ni una casita, sembradío, hato o algo que se le pareciera a la vista. Ni siquiera podía decir que eso era, como decimos los venezolanos, monte y culebra... porque monte no había, las montañas se veían peladas y rodeadas de nieve en algunas partes... y culebras con ese clima era bien difícil de ver.

Mi pensamiento enfocado en el kilómetro 44. Aunque recuerdo cuando supuestamente pase por el kilometro 39 y vi mi reloj pero no recuerdo con exactitud el tiempo que marco. Una persona en el camino, quizá de la organización, me lo indico diciéndome que me faltaban 5 kilómetros para el puesto de abastecimiento. No le creí del todo y seguí trotandillo. Seria en unos 35 minutos mas que llegaría al puesto de abastecimiento. Pero unos trescientos metros antes de llegar vi nuevamente aquella muchacha que había visto en el kilómetro 32 y que presumí era chilena. Y por supuesto, haciendo gala de lo que me hace venezolano, y aun sabiendo que era chilena, coño, faltaba mas, podía ser argentina, le pregunte: ...hola, ¿eres chilena?, ella sonriendo me dijo que si... era de esperar, obvio!. Le pregunte, ¿como te llamas? y me dijo Katherine... eso si que no era tan obvio. Yo Jesús, le dije y allí mismo le dije: eres una chilena muy bonita y simpática... y muy muy buena corredora (lo ultimo, aunque era evidente, era básicamente para tapar el halago, típico de nosotros los venezolanos)... ella soltó una carcajada, volvió a sonreír y me dijo... tu también..., no lo de bonito y simpático, sino lo de buen corredor, entendí... Yo le respondí,... yo no soy chileno y tampoco buen corredor... y ella me dijo algo así como que ... si pero eres venezolano... Para ese momento ella había visto en mi bolso la bandera de mi país, porque aunque intercambiamos algunas palabras nunca me detuve, por el contrario seguí trotando hacia el puesto de abastecimiento.

Cuando finalmente llegue, trotando, al puesto de abastecimiento, saque el pasaporte para que lo marcaran, dije mi número y llene el envase de gatorade de mi bolso con vasos de gatorade de la mesa. Comí un par de duraznos deshidratados, un par de barras de chocolate y un sorbo de agua. Cuando mostré mi numero, el 8100, y su color rojo rojito, algunos se sorprendieron que llegara trotando al puesto de control, incluso uno de ellos me dijo, se te ve muy bien!... Cuando estaba a punto de salir hacia el próximo punto llego la simpática muchacha chilena, coño, es que tienen que verla para que me entiendan. En realidad en Chile no es común ver una muchacha así y claro, una semana en Chile... para uno en Caracas es normal el asunto. Sin duda, cuando se va al exterior, a otro país, uno se da cuenta que Venezuela es el país de las mujeres bellas y esa belleza se extraña... Por supuesto que no dudo en Chile habrá muchísimas mujeres similares. Y como yo siempre he sido muy entrepito y salio… La chica muy simpática terminaría en poco más de 7 horas su carrera de 50 kilómetros, su padre y su pareja la acompañaron los metros finales a la meta, a la que llego a las 12 con 37 minutos de la tarde, quedando 5ta entre las mujeres. Muy meritorio, nadie dijo que es fácil correr 50 kilómetros.

Como fuese, y después de despedirme de tan simpática chilena, seguí mi camino, tal y como venia haciéndolo hasta ese momento, trotandillo. A lo lejos se podía ver el camino, incluso se podía ver como se atravesaban pasos con nieve a los bordes y no uno ni dos, sino varios. El camino empezaba a tornarse muy pedregoso, muchísimas piedras planas sueltas, justo por donde pasaba la nieve, es de imaginar, un glaciar derritiéndose arrastrando todas esas piedras que llegaban allí. Pisaba con cuidado sin bajar el paso. Llegue a tocar nieve por no dejar e incluso le pedí a una persona me tomara una foto, lo hizo, me dijo su apellido pero lamentablemente no lo recuerdo. También por ese trayecto había otra persona, es posible que de la organización, tomando fotos oficiales. Le pegue un grito a lo lejos: heyyy, tómame una foto!!!!, el señor me enfoco y “presuntamente” la tomo, aunque no la he visto publicada en algún sitio…Ya era poca la cantidad de personas que me encontraba en el camino. En el puesto de abastecimiento del kilómetro 44 había dejado un grueso de corredores. De vez en cuando volteaba y los veía a lo lejos, recorriendo el camino por el que hacia minutos yo había pasado. Si recuerdo un corredor, un señor, bastante mayor, que competía en los 50 kilómetros, que me seguía muy de cerca, al que alcance y con un tono algo obstinado me invito a que lo pasara cuando le llegue muy cerca. Sin embargo se fue detrás de mí y no como otros que dejaron que me fuera sin ofrecer resistencia.

Con este señor estuve un buen rato. Me ofreció agua de su envase cuando vio que sacaba otro power gel y lo consumía, solo la mitad para ese entonces. Le recibí el agua y tome un par de veces de su envase. Me pidió que le sacara un power gel de un bolsillo de su bolso, así lo hice y se lo entregue, este lo comió y seguimos trotando. Todo esto lo hicimos sin detenernos. Creo que el señor me vio como un gancho. Me voy con este carajo para que me hale, pienso yo que pensaría. Fue uno de los muy pocos que estuvo a mi espalda casi que por un trayecto completo de un puesto a otro. Llegamos casi juntos al kilómetro 52, donde me detuve unos 5 minutos a sacarme las piedras de los zapatos y digamos que como parada técnica para supuestamente afrontar “los últimos 28 kilómetros de pura bajada”. Cuando llegue había un numeroso grupo allí, tanto de 50 como de los 80 kilómetros. Sin embargo cuando llegue estos casi que partían. Tome lo mismo de siempre: agua y gatorade. Comí almendras y avellanas así como duraznos deshidratados. Aprovechando que vi una persona tomando fotos del paisaje le pedí me tomara una, vi su numero, 8086, se llama Sergio Furlan, y le indique que lo buscaría luego. El tomo la foto mientras estaba sentado y creo que siguió su camino.



La foto que tomo el señor Sergio Furlan mientras me quitaba las piedras en el kilometro 52. Amablemente me la envio por Facebook, muy bonito recuerdo de cuando estuve por alli.

Incluso el señor que me había acompañado estuvo muy poco tiempo en el puesto de control. Me invito a partir con el, dijo algo así como que no me durmiera, que siguiera, que no me achantara, algo así quiso decir. Yo le indique que ya me levantaría. Me puse el gorro, hasta ese momento no lo tenía puesto, también los guantes que en algún momento me los quite. Aparentemente nos acercábamos al punto más alto de la carrera, a según 2600 msnm, y nos esperaba, según una persona del puesto de control, una muy empinada y corta subida. Sin mucho tapujo y sin alguna molestia mayor, de hecho ninguna molestia hasta ese momento, me levante y comencé a subir. La pista forestal había desaparecido hacia un buen rato. El camino era un sendero angosto y comenzaba a aparecer algo de vegetación en la montaña. Ese tipo de vegetación de páramo, pequeños y cortos arbustos.
A lo lejos veía un gran grupo de corredores subiendo por el empinado camino. Me estaba pegando en la madre. No se comparaba con la subida de Cachimbo, pero estaba allí... en algunos trayectos del sendero bajaba una quebradita de agua, que me vi tentado a mojar las manos, no lo hice y me arrepiento. Agua que venia seguramente de un glaciar derritiéndose mucho mas arriba. Y mientras subía me acercaba mas y mas al grupo de corredores en fila india. Para ese momento se habían desgranado. De ultimo iba una corredora a quien alcance creo que casi llegando a la cima. Miento, llego primero que yo, pero a los poco metros la alcance y pase justo en una parte plana, ya para empezar a bajar. Se le veía muy cansada, agotada y no era para menos. El camino, imagínense bajar del pico oriental a la silla, algo similar aunque mas abierto. Comencé a bajar, poco a poco, se que soy bueno bajando, trotandillo, a un paso firme. Alcance a un corredor, luego a otro y así sucesivamente. Alcance al señor que me había acompañado un buen rato y este me miro sabiendo que haría justamente lo que estaba haciendo, por eso no me preocupe en salir con ellos cuando me invito. De inmediato supo que alcanzaría a todos en plena bajada que nunca terminaba. Después que los había pasado, incluida una corredora más, voltee a verlos. De verdad que soy bueno bajando, para la distancia y tiempo que me llevaban.

Solo quedaba una persona a la vista delante de mi, Manuel. La primera impresión que me dio fue que era un gordito, nada parecido al prototipo de un ultra corredor, si es que los ultra corredores tienen algún prototipo. No estaba cerca, aun cierta distancia nos separaba. El camino a la distancia era visible y después de el si que no se veía era a nadie mas en el camino. Es decir, como que la pasadera llegaría a su final. Había que seguir apretando, pero esta vez sin un motivo a la vista. Al cabo de algunos minutos alcance a Manuel, lo pase y seguí mi camino. En un par de veces voltee a verlo y seguía muy cerca, no como los demás que al cabo de un rato desaparecían del camino. Sabia que seria un hueso duro de roer, por lo que procure apurar el paso en la bajada, mi fuerte. Como he dicho otras veces, si lo he alcanzado es porque voy más rápido, así que a aprovechar lo que quedaba de bajada.

Mientras mas bajaba incrementaba la vegetación. Ya era un bosque al cual ingresábamos, matorrales, el camino incomodísimo para correr con soltura, hacia lo que podía hasta que casi de la nada llegue al próximo puesto de control, no recuerdo que kilómetro era, si es que tenia algún letrero que lo indicaba. Justo en ese punto se dividían las carreras de 50 y 80 kilómetros. La primera tomaba hacia la izquierda y la que me correspondía hacia la derecha. Sorpresa, pensé que seria la misma ruta, al parecer no era así. De ahora en adelante a quien consiguiera en el camino seria impelablemente de los 80 kilómetros. Un corredor estaba en el puesto de abastecimiento cuando llegue, tomaba agua o gatorade. No supe reconocer de que categoría era, sin embargo apenas llegue, tome algunos trozos de naranja, tome agua, gatorade también y seguí. Fue el puesto de control en el que estuve menos tiempo, quizá menos de un minuto. Salí como peñonazo e loco para adelantar al corredor que vi allí, sin tener certeza de saber a que categoría pertenecía. Además, sabía que Manuel, aunque tenía rato que no lo veía, venia cerca.

La bajadera ceso. El camino, bastante plano, hacia la izquierda, me era familiar. Un lugar donde pastaban animales, caballos y vacas principalmente. Por supuesto que mierda de vaca o caballo por doquier, también su olor. Sucede que el día martes, recién llegados a Santiago, decidimos aventurarnos a hacer la primera parte de la carrera, digamos que los primeros 23 kilómetros, solo un fugaz reconocimiento por no dejar. Ese era el plan y así lo hicimos. El detalle es que nos perdimos ese día, no conseguimos la ruta, no estaba señalizada para ese momento y no sabíamos a ciencia cierta por donde era la cosa. Toda la mañana hasta el medio día se nos fue en ese plan. El día miércoles intentamos nuevamente hacerla. Esta vez hablamos con el organizador y este nos dijo más o menos por donde era la cosa. Al parecer, como inicialmente la ruta pasaba por propiedades privadas, les era imposible poder marcarla hasta un día antes de la carrera. Asi nos lo hizo saber, sin embargo nos dio una ruta alterna para luego empalmar con la ruta real. Asi lo hicimos, bien temprano ese miércoles y nos volvimos a perder, esta vez mas feo ya que estábamos un poco "desubicados" en la montaña. 4 o 5 horas de entrenamiento habíamos invertido ese día, bien invertidas trotando, corriendo y caminando un buen rato mientras veíamos a lo lejos las montañas, los andes chilenos, nublados y con bastante nieve. A pesar de ello, llegamos a hacer parte de la ruta, la que me era familiar cuando deje el último puesto de control.

Me sorprendió un par de subidas, un tanto empinadas, y un camino llano en el cual había que esforzarse para trotar. Entonces comencé a preguntarme si era cierto eso que .. y que ... los últimos 28 kilómetros eran puro bajando. Cada minuto me convencía más y mas que la cosa era una gran mentira. Ya atravesaba senderos boscosos, quebradas, riachuelos. Seguía con mi trotecito rendidor. De repente una gran subida, bastante empinada y al final, bien al final de la misma, arriba, se podía ver una persona de apoyo logístico, es decir, algo como un puesto de control. Y no es que era una subida normal, la cosa era bastante empinada y en ese momento, con nueve horas en las piernas, pegaba en la madre. Y para completar, a mitad de subida voltee y vi, no tan lejos, a Manuel, en dirección al riachuelo en el cual hacia pocos minutos me había detenido, llenado el envase, tomado agua y perdido, esta vez si perdidos, un par de minutos.

Cuando llegue a ese supuesto puesto de abastecimiento y vi un letrero gigante con el numero 61 me dio indignación, pensé que seria el 67 por lo menos. Había un largo muro de piedra, algo que seguramente fungía como una separación, bien para que no pasaran animales o bien como para que "no pases que esta mierda es mia". Y me pregunte, mierda, ¿aun me faltan 20 kilómetros para llegar?, que bolas!. A la persona que estaba allí le pregunte, y reclame también, si no había un error en el marcaje del kilometraje. Se rió un poco. Estuve un par de minutos allí y luego de pedirle agua de una gran garrafa, seguí un poco confuso y decepcionado. Nuevamente una bajada, con muchas piedras sueltas, muchas ramas. En Chile hay una matica, que abunda en esos lugares, es espinosa, se ve bonita, pero apenas te toca te rasguña... había un sin fin de ellas por todo ese camino, me consta. Y me seguía siendo familiar el lugar, el cual en tramos camine por ser muy dificultoso correr hasta que, cuando menos lo espere, apareció un camino de tierra en dirección como a una especie de club y campo de golf, lugar en el cual también habíamos estado días anteriores cuando nos perdimos haciendo la ruta.

Luego el camino empalmaba con una calle asfaltada, la cual también corrí, un terreno que los pies siempre agradecen, imagino por la uniformidad que se consigue al pisar. La calle asfaltada subía un tramo, luego bajaba hasta la entrada de lo que era ese club, en medio de la montaña, y a un lado, por allí escondido, en las mismas instalaciones del club, estaba un puesto de control, el del kilómetro 67. Llegue, me quite los zapatos y las medias y comí lo mismo que había venido comiendo, las naranjas, el gatorade y el agua. Mientras estaba en el proceso de limpiar de piedras mis pies, llego Manuel. No me apure en prepararme para salir, este carajo venia duro, estuvo poco tiempo y salio. Coño, claro, el conocía la ruta, además, faltaban 17 kilómetros solamente. Con resignación lo vi alejarse, mientras permanecía sentado emperifollándome y viendo que no muy lejos venían dos corredores mas por aquel camino de tierra, a punto de comenzar a correr en la calle asfaltada. Uno de ellos otro Francés.

Me levante, me despedí de las personas allí y camine unos metros. Luego comencé a trotar, aun veía a Manuel, alejándose cada vez más. En principio se tomaba por una calle de tierra, bajando, luego una desviación a mano derecha nos invitaba a tomar nuevamente por un sendero. Adopte una vez mas mi trotecito suave y veía como me acercaba a Manuel, quien alternaba el trote con la caminata. Finalmente lo alcance mas rápido de lo que pensé. Lo aborde. Le pregunte como se llamaba y conversamos un rato. Me dijo que había hecho la carrera el año anterior, terminándola en 14 horas. Que este año iba por las 11 horas y 30 minutos, que era posible, aunque no le importaba la posición en que llegara. Me pareció buen tiempo el que se planteaba, por lo que decidí seguir a su lado un rato a pesar de poder pasarlo. También me dijo que se estaba guardando para los últimos 6 kilómetros, que esos si eran bajando. Solo eso conversamos en ese momento, después seguí mi trotecito y me aleje un poco, no tanto. El camino se había tornado un tanto árido, despejado, hacia sol, aunque no hacia calor. Dos o tres pendientes aparecieron en el camino, de ellas la última de puta madre, si que era bien jodia, tanto así que Manuel, a quien le había sacado algo de distancia, se me acerco notablemente. Al final de la misma una persona, indicando que allí cerca, a 20 minutos, se encontraba el puesto de abastecimiento. Y casi la pega, después de ir bajando por ese lapso de tiempo, me tope con el toldo del puesto de control y abastecimiento del kilómetro 74. Un poquito antes de llegar y a un lado del camino, estaba acostado un corredor. Al acercarme me dijo que tenía un calambre, yo le dije, vamos, ya no falta nada hermano!. También me dije, el comodín del “uno menos”. Me dijo que esperaría un poco a que se le pasara. Si perdí 10 segundos en eso fue mucho. Posteriormente este corredor llego a la meta, en poco más de 12 horas e incluso pudo reconocerme sentado en la grama donde estaba, me saludo y conversamos un rato. El resto ya lo conocen, poco que decir, solo que me quite la chaqueta roja y la acomode en el bolso y llegue a la meta con mi usual uniforme. El gorro y los guantes hacia rato me los había quitado y guardado también. Lo que si lamento es que nadie me haya tomado alguna foto en la llegada, hubiese sido un bonito recuerdo, aunque no era algo que esperaba, presumía sucedería eso. Finalmente y con similar pisotón que di a la alfombra al iniciar la carrera, finalice mi participación en el ultramaraton de los andes 2010.
 

No dejare inconcluso el tema de la despedida y de la amistad, ha llegado el momento del adiós, pues ese es el titulo de esta entrada. Adiós amigos, gracias por acompañarme durante estos dos años. Gracias por llevarme a ser finisher en mi primer ultramaraton de montaña, los 70 kilómetros de Carros de Foc en el 2008, cuando nos aventuramos y éramos unos novatos llenos de ímpetu y energía, a ser finisher en los 70 kilómetros de Le Porte di Pietra del año 2008 con poco entrenamiento y muchas botellas de vino, a ser finisher, a pesar de causarme uno de ustedes una tendinitis en el pie derecho, en el Ultra Trail du Mont Blanc 2009, uno de mis mayores logros deportivos y finalmente a ser finisher en este ultimo de gran aprendizaje Ultramaraton de los Andes 2010. Discúlpenme por hacerlos a un lado en el ultramaraton de los 123 kilómetros de la Transgrancanaria 2009. Con ustedes recorrí todos esos lugares, recorrimos muchos kilómetros, nunca me defraudaron, estuvieron conmigo en los momentos más difíciles, también en los más felices. Compartimos cualquier cantidad de climas, cualquier cantidad y tipos de camino. Y como el agradecer y felicitar son gestos faciles de reflejar, pues no me queda mas que darles gracias y felicitarlos por tan excelente trabajo durante estos dos años. En este momento no pueden dar mas de lo que les pido pero, a pesar de ello, me siento muy orgulloso de ustedes. Y aunque ya no formaran parte de mis aventuras porque me veo obligado a reemplazarlos, los recordare siempre, fueron y seguirán siendo los primeros.



jueves, 21 de octubre de 2010

The North Face UMA 2010: El reencuentro y la despedida

El reencuentro

Después de tanto tiempo, comienzo a escribir nuevamente en el blog. No me culpen, es claro el titulo del mismo: "cuentos de carreras y entrenamientos". Si no hay carreras ni entrenamientos es logico pensar que no habrá algo que escribir. Pues si, ni he entrenado con disciplina, mucho menos competido, lo que me ha tenido alejado de lo que mas me gusta despues de correr, escribir bastante paja. Pensé en algún momento seguir escribiendo acerca del Ultra Trail du Mont Blanc 2009, fácilmente pudiera hacerlo ya que mi relato es ilógico que termine solo al cruzar la meta. Después de la llegada hay mucha historia que contar, pero no será en este momento, sin duda en algún otro lo haré.


Pero dejar de escribir en este blog no es la primera vez que pasa, como tampoco el dejar de entrenar. Sucede que si no tengo una meta a la vista, pues me resulta muy dificil salir a correr o seguir un empírico plan de entrenamiento. Esto tiene un nombre: la falta de motivación. Sumado a que tengo nuevo empleo y aun estoy planificando en que momento salir a correr sin que esto interfiera con demás aspectos del quehacer diario y mi vida familiar. Me gustaría pensar que con dos o tres salidas a la semana seguiré siendo el mismo de siempre. Y no me he equivocado, con dos o tres salidas a la semana a entrenar sigo siendo "casi" el mismo.


Desde el UTMB hasta ahora, mas de un año, han pasado infinidad de cosas, muchas imposible recordar y otras imposibles escribir aquí. Como comente anteriormente, el hecho de haber cambiado de trabajo y lugar de residencia ha influido enormente en lo que era mi rutina diaria de lo que mas apasiona. A pesar de ello, fueron pasando los días, las semanas y meses. Me las arregle lo mejor que pude para nunca dejar de correr. Modifique mi rutina de tal manera que el entrenamiento de 5 dias a la semana se transformara en solo dos días a la semana, es decir, sábados y domingos. Trabajos de velocidad, ritmo y fondo se han fusionado a solo dos rutinas, una larga y otra corta, días en los cuales trate de mantener la motivación sabiendo que mis resultados por muy buenos que fuesen no serian ni por el coño como los anteriores. Si antes, corriendo cinco días, aplicaba el decir, calidad a cantidad... se podrán imaginar ahora, calidad a mínima cantidad de días.


Así pasaron una gran cantidad de entrenamientos y competencias. Recuerdo haber rodado feo en lo que era mi carrera preferida de fin de año, el maratón de montaña del club hebraica, que llevaba tres años ganando en la categoría y en el cual me explote como nunca antes, con la excusa de haber estado lesionado y solo entrenado mes y medio. Mal recuerdo, así como muchos. Estuve tentado a escribir en otras ocasiones, la verdad no se porque no lo hice. La Mérida SkyRace, que se realizo en Mérida, San Rafael de Mucuchies este año 2010, me había dejado un buen material literario, incluso hasta el titulo lo había definido: Jamón de pavo, galleta de soda y los dobles. Deje ese escrito a medias... lo terminare y publicare cuando menos lo esperen, porque estoy seguro que alguien por allí lo esta esperando con mucho nervio. Y cito esa carrera porque desde allí puedo iniciar lo que me tiene escribiendo hoy. Allí fue el comienzo de algo que término con lo que me llevara una gran cantidad de líneas escribir. Algo importante como lo es la perdida de un par de amigos. Disfrute mucho de su compañía en el tiempo que estuvieron a mi lado, apoyándome siempre y no defraudándome. La amistad es un sentimiento invalorable. Y no es que nunca me arreche con ellos, si lo hice, muchas veces, pero eso forma parte de la vida misma, de lo que nos mantiene en este mundo. Lamento enormemente su pérdida, en el fondo sabía no me darían más de lo que les pedí.


No soy de los que se detienen constantemente, pero ese día me detuve nuevamente, lo hacia en cada punto de abastecimiento, como se les llama en Chile. ¿Chile?, se preguntaran, ubíquense señores, ya empecé a echar mi cuento. En España les llaman avituallamiento, básicamente es lo mismo, un lugar donde reponer fuerzas de lo mamao que se viene. Nuevamente me senté en no recuerdo que cosa, creo que una caja, en el suelo no fue ya que en algún lugar me dije que no me ensuciaría mas el culo. Es decir, no llegaría a la meta con el culo sucio de haberme sentado en el suelo, en la tierra, en cualquier punto de abastecimiento. Tome un poco de gatorade de un pequeño vaso, no estaba tan frió, solo tome la mitad. También tome un vaso con agua, e igualmente me zampe la mitad. Dos o tres naranjas chupe. Si, esa es la palabra, chupe.... lo que sucede es que no las comía, solo las tomaba y chupaba, luego las botaba, es decir, como si tomara jugo de naranja en pequeños sorbos...y la boca me quedaba como picando. No tome mas nada, tampoco comí de lo que allí había. Trozos de cambur y naranja en la mesa, frutas secas como almendras y avellanas, trozos de chocolate, duraznos deshidratados que parecían pastillas, incluso al masticarlos, bastante sólidos pero muy naturales. Igualmente había dos grandes termos color anaranjados, uno con Gatorade y otro con agua. Debajo de la mesa varias cajas con frutas, naranjas y cambures a ser picados. Y mientras volvía a sacar las piedrecillas de los zapatos, también de las medias ya que se incrustaban en la tela, veía como llegaba nuevamente Manuel, mas rápido de lo que esperaba y quien venia siguiéndome desde poco después del kilómetro 52, siempre muy de cerca, al acecho, lo que al parecer le daba muy buenos resultados. Manuel fue uno de los que pase poco después de dicho kilómetro, el 52, después de salvar una empinada subida, el punto mas alto de la carrera a según poco mas de 2600 msnm, llamado el portezuelo o algo así. Aunque de vez en cuando volteaba la mirada (porque en esta carrera voltee la mirada en muchos momentos para ver que pasaba con las personas que venían detrás de mi), lo veía siempre.


Los nervios que me daban cada vez que lo vi llegar a los puntos de abastecimiento del kilómetro 61, luego 67 y ahora 74, los había canalizado. Había como que medio tirado la toalla con el. Si va a llegar primero que yo, pues que así sea, tendrá mas fuerza que yo, lastima, solo quedan 6 kilómetros para la meta, pensaba para mi mientras lo veía llegar, hacer lo mismo que yo muy rápidamente y salir de inmediato, sin escrúpulo o contemplación alguna. ¿Donde esta esa fortaleza que debería sacar justo y solo justo en ese momento?. No estaba cansado, o quizás si, pero no al extremo exhausto. No estaba explotado y no me dolía exageradamente alguna parte del cuerpo. El ritmo de crucero que había descubierto en el kilómetro 33 me había llevado hasta allí y seguramente a el también para mi desgracia. Lo peor es que muy cerca venia también un Francés, un tal Lamontagne, con ese apellido imagínense lo que se podía esperar de tal sujeto cuando la montaña formaba parte de su ser y hasta la tenia como apellido.


Solo seis kilómetros me separaban de la meta. Manuel me había dicho que nos esperaba una larga bajada y le creí, estaba en lo cierto. Apenas partió del punto de abastecimiento lo hice junto a el, y pensé, bueno, lo acompañare hasta donde pueda. Ya me había dicho que se estaba guardando para esta bajada así que esperaba en cualquier momento me dejara el pelero al propio estilo chileno. Habían tres o cuatro carajos en sus motos de cross, enduros, de esas todo terreno. No pertenecían a la organización, solo estaban de paso, satisfaciendo su hobbie rustiquero, así que se podrán imaginar como era el terreno en el lugar. Muy apto para la práctica de ese deporte, lamentablemente para los corredores ultra maratonistas no era algo muy bien recibido. Le pregunte a la persona en el puesto de abastecimiento si en realidad faltaban 6 kilómetros porque hasta ahora no creía en esos letreros engañosos. Manuel reconfirmo mi duda, quizás sean siete y no seis.


Y me fui detrás de Manuel, muy cerca, con un poco de respeto en un terreno como bajar desde sabasnieves, tal cual, tierra, mucha erosión y mucha pero mucha arenilla que hacia resbalar y pensar en el culicross como mecanismo de bajada, queriendo o no. No era difícil patinar en el arenero grueso y a pesar que el camino era amplio se formaban grandes canaletas que dificultaban aun mas el paso por allí. Trate en lo posible no caerme, aunque patine muchas veces. Manuel no corrió con la misma suerte y rodó un par de ellas. No me reí, quiero decir, o por lo menos no lo exprese públicamente. Y me preguntaba, ¿cuando Manuel empezara a apretar?. Pensé, voy justo detrás de el hasta donde pueda y si al final llegamos juntos lo dejo a pocos metros de la meta en un remate, si es que tengo fuerzas aun. No se si este pensar es nativamente Venezolano. Bajamos unos cientos de metros, yo a un lado y el al otro. No hablábamos, solo veíamos el camino y al fondo la población de Lo Barnechea que se acercaba cada vez más a la distancia.


En un momento Manuel tomo la iniciativa y se desprendió un poco. Aunque estimo que aun faltarían unos 5 kilómetros para la llegada. Yo me retrace y pensé que era el momento que el mismo había dicho que había estado esperando, es decir, ahora si me dejaría el pelero. A los pocos metros lo alcance nuevamente. Algo así sucedió dos o tres veces. Siempre lo alcanzaba. Una última subida nos detuvo a ambos, luego de salvarla tome la iniciativa y me desprendí unos 20 metros. Al cabo de esta distancia me detuve y lo espere. Llegar a la meta acompañado de alguien es algo que he hecho en otras ocasiones y es un gesto de solidaridad para con quien se comparten algunos kilómetros y horas de recorrido. Sin embargo, Manuel apenas al llegar donde estaba me dijo que no lo esperara, que si me sentía con fuerzas me fuera. No insistió, pero así lo hice y como decimos los venezolanos, marque la milla. Apure el paso y corri con largas zancadas. En un dos por tres ya no lo veía, me le fui, lamentablemente sin escrúpulos. Santiago y Lo Barnechea cada vez mas cerca y el camino cada vez mas amigable, apto para lo que hacia, correr. Aunque eran pasadas la una de la tarde y hacia sol, no habia tanto calor. Un clima muy amigable, quizás por la vegetación abundante a ambos lados del amplio camino de tierra.


Y corri, corri y corri. La verdad es que el dolor es mental y pasajero. Llevar más de once horas de recorrido y poder correr supera los límites del dolor. Todo es mental, es cierto, lo sabia por otras carreras, pero en esta, en particular, pude palpar eso que todos dicen que el asunto es mental. Yo mismo lo digo, aunque muchas veces no lo ponga en práctica. Si no existe una lesión que te impida correr, pues, puedes correr y así lo hice. No hay dolor que se equipare con la sensación de ir llegando a la meta, y corriendo. Todo estaba a punto de terminar, incluso la larga bajada de tierra, que deje para entrar en una via asfaltada que me llevaría hasta la meta a pocos metros del colegio Tabor y Nazareth. Voltee la vista y vi a lo muy lejos bajando a Manuel por aquellos caminos que hacia minutos había zapateado, y pensé, a menos que este sea pistero me alcanzara en el kilómetro que queda hasta el arco de llegada. Eran la una y cincuenta de la tarde cuando cruce la meta, 11 horas con 50 minutos y 24 segundos había invertido y me había adueñado de la 23º posición de la general de los 80k.


No sentí alguna emoción fenomenal al llegar, extraño, a pesar de saber que había bajado de las doce horas. Con este tiempo el año anterior hubiese estado en el top 10. Este año imagine que estaría más botado, había más gente y nivel. Hoy no me creerán, pero una semana antes soñé que llegaba en el puesto 23 y así fue, increíble de creer, si jugara loterias me ubiese jugado ese numero. También soñé que agarraba una arrechera enorme, como también sucedió poco después, también increíble de creer. Lo que si sentí, y lo recuerdo, fue una gran sensación de satisfacción interior, había terminado otro ultra, esta vez 80 kilómetros, y claramente pude reconocer que aunque sufrí desde el kilómetro 23 hasta el 33, lo que me había hecho perder mucho tiempo, pude recuperarme y nuevamente vencer al hombre del mazo. Y vaya que bien lejos había venido a buscarme ya que el no conoce de nacionalidad. Me sigue desde Carros de Foc.


Y mas o menos así finalice y fui nuevamente finisher en un ultramaraton, el The North Face Ultramaraton de los Andes 2010. Carrera que se realizo en las afueras de Santiago de Chile, en una localidad llamada Lo Barnechea e inicialmente atravesaba el Cerro Carpa en la misma precordillera de Los Andes, un día 16 de Octubre, Sábado, a eso de las 02:00 a.m., es decir, a plena madrugada, y con un frió al cual muy pocos venezolanos están acostumbrados, de hecho también pocos Chilenos. 80 kilómetros por caminos y senderos, diferentes tipos de ecosistemas y terrenos y un buen pronunciado desnivel que por esas cosas de la vida, que raro, no aparecía por ningún lado. Como llegue a ese lugar es otra gran historia, no para contar en este momento.


Por alguna razón no sentí los mismos nervios de otros ultramaratones. Tampoco la misma emoción, no se si exceso de confianza, indiferencia o resignación de saber que este tipo de carreras no merecen tanta preocupación y estrés antes de la misma, no vale la pena llenarse la cabeza de cosas, no vale la pena mortificarse por algunas emociones sin sentido que lo que hacen es perturbarte la mente y no te dejan llevar una vida placentera. En ese momento había que dejar que todo fluyera con frió o no. Planifique como saldría, el frió siempre es un enemigo a vencer, pero tenia la experiencia del ultra trail du mont blanc en donde por 40 kilómetros batalle con el clima, así que sabia de antemano que aunque casi me mataría no me tumbaría. Como siempre con mi uniforme de guerra. No se que haré cuando ya no de para mas la camisita Raidlight, esa de bolsillos a los lados que me son muy funcionales y que me costo 60 euros en la tienda Barrabes de Madrid. Tampoco se que haré cuando termine de romperse la licra térmica que me compro banesco una vez que me patrocino. Los guantes y el gorro, igual térmicos, ambos puestos. La chaqueta roja que use en Carros de Foc, como algo cabalístico, muy buena y adecuada para el clima según me lo hizo saber en su momento aquella persona en la tienda Bikila de Madrid cuando le dije que correría en los Pirineos Españoles.


Me acompañaba también mi bolso fiel, el camelbak hidrobak, igualmente modificado desde el utmb 2009, con un envase de gatorade lleno, 4 power gel, la manta termina, un envase de vasenilla para rozaduras, muy pero muy pequeño, tres pilas AAA de repuesto según pedía la organización y un pequeño cooler de mano para colocar en el bolsillo de la camisa. Bastante liviano, es así como se que debo salir, ¿para que mas?. El frontal lo llevaba puesto. Pifee momentos antes de la partida, tuve la sensación que el frió era peor de lo que pudiera soportar, así que me coloque el rompevientos que me dio ACADIA, el cual incluía un gorro y un par de guantes que recién había comprado en una tienda en Santiago por 6 dólares (por eso los compre). Todo ajustadito en el bolso, que incluso con esto ultimo no creo haya llegado al kilo y medio de peso. Y el gran detalle, una pequeña bandera de venezuela lo suficientemente visible en el mismo, sujeta con alfileres, para que reconocieran a un venezolano mas en el camino.


El ambiente en el lugar, algunas antorchas de piso gigantes, tipo calderos, en simetría y donde la gente se colocaba, además de para llenarse de humo, también para aplacar un poco el frió. La tarima, imponente, un par de pantallas de video, televisores gigantes mostrando tomas del lugar y corredores, en su mayoría forrados en ropa. Flash de fotografías iban y venían, corredores calentando, trotandillo, muchos como yo con la cara cubierta por el buff. No había tanta gente, o por lo menos esa fue la impresión que me dio. Ciertamente había otros corredores que era evidente no estaban peleados con el frió, en pantalones cortos o bien sin guantes o solo con el buff. Por supuesto no era yo uno de ellos. Ni en Caracas hago esa locura.


No se escuchaba el Vangelis o algo parecido, raro porque es la misma The North Face el organizador principal. Me hubiese gustado escucharlo. Mi cabeza vacía, mi mente casi que en blanco. A 5 minutos de la partida me despedí, desee suerte y éxito, a todos mis compañeros de aventura. En particular a los 4 Venezolanos a quienes PDVSA compro el pasaje para estar por aquellas tierras sureñas, lo que yo llame el Team Caracas Ultra Runners, compuesto por Guillermo Salas, Gersi Tarazona, Deisis Zarramera y mi persona. Y recuerdo haber dado un beso y un abrazo a una persona que aprecio enormemente, de gran ímpetu, animo y energía, de gran valor y garra deportiva y sobre la cual tuve puestas mis esperanzas para de alguna forma demostrar ante PDVSA que los venezolanos sabemos representar dignamente a nuestro país en eventos internacionales.


Igualmente decidí quitarme una de las chaquetas que tenia puesta, la que recien me acababa de colocar, que me dio ACADIA, la doble y amarre al bolso. Algo me decía que podía dominar el frió solo con la chaqueta roja, además, correría al principio lo mas que pudiera y eso me acaloraría como para no preocuparme. Igual la lleve por como decimos los venezolanos, porsialamoscas. Y se escuchaba a alguien en la tarima animando e informando a todos, quedan dos minutos, queda un minuto, pero no fue sino hasta que dijeron quedan 10 segundos que apareció en una gran pantalla una cuenta regresiva, 10, 9, 8, 7, 6.... y la gente entonando cada numero hasta CEROOOOOOOOOOOOO. Antes de eso recuerdo haber estado saltandito esperando el momento para activar el cronometro de mi reloj.


Pase por el arco de salida y segundos antes de pisar la alfombra subí la mirada a la gran pantalla que había sobre el arco y logre verme corriendo. En los pocos videos en internet era la misma imagen, gente tratando de verse en la pantalla en vez de correr. Pise la alfombra como si se tratara de matar una cucaracha de un pisotón. Iba del lado derecho y trotandito, tomando calor, la gente no le para bolas, sale corriendo así a los 500 metros se detengan a caminar. A los 100 metros hubo una confusión de por donde era el camino y entonces el pelotón se dividió, yo fui uno de los que tomo por el camino equivocado. Personas de la organización inmediatamente rectificaron y nos hicieron saber por donde era la cosa, el asunto es que dicho pelón nos había llevado al ultimo lugar. Alcance nuevamente el pelotón y comencé a pasar gente. Vi a algunos compañeros venezolanos a los lados, seguí y el camino, como lo sabíamos, era subiendo, un sendero de tierra, no tan angosto, lo suficiente como para pasar una que otra persona. A los pocos minutos logre ubicarme en un buen grupo. Logre ir un buen rato con la primera mujer clasificada en esos primeros kilómetros. Chiquitica pero correlona.


Sin embargo mucha gente alumbrando el camino. Trote siempre subiendo por un gran lapso de tiempo, hasta que los grupos se habían disuelto e íbamos mas bien en filas indias con 5 o 10 metros de separación. Hasta ese momento no sentí ese frió que ladraba en la partida, claro, el correr lo había ahuyentado, momentáneamente. Finalmente en un lugar me detuve a caminar, empezaba una empinada subida, estimo que seria después del kilómetro 5. Seguía siendo un tanto amplio el camino, como estar en el Ávila, con bastante vegetación, el cielo estaba despejado, el clima, el ambiente estaba del carajo, perfecto para la ocasión. La carrera se desarrollaba en unas optimas condiciones, impensables por como había estado el clima en días anteriores sin tomar en cuenta las previsiones del tiempo nada alentadoras. Un bonito comienzo, muy limpio, nada de caídas, salvo el conato de perdida de unos 20 metros al comienzo. La noche, o mas bien madrugada, bonita como dije, el terreno estable, nada de pantano o pedregoso en cantidad. Y yo trotandillo cuando podía y la cuesta lo permitía.


En un santiamén, no se si se escribe así, me tope con el punto de control del kilómetro 10, un puesto de abastecimiento hacia presencia en medio de la oscuridad a la izquierda del camino. Para ese momento iba solo, con una que otra persona a la vista delante y detrás. Me detuve unos segundos, tome una barra energética y la metí en el bolsillo de la camisa. Chupe un par de trozos de naranja, tome un vaso de gatorade y otro de agua y seguí mi marcha. Me había sorprendido dicho puesto, lo imagine mas lejos. Una hora con 17 minutos y algunos segundos vi en mi reloj. Dije mi numero, lo anotaron en algo, pero antes tuve que sacar lo que ellos denominaron "el pasaporte", que no era mas que un pedazo de hoja plastificada, bastante pequeña y en donde se mostraban cada uno de los 8 Puestos de Control. En dicho documento hicieron una pequeña marca, casi imperceptible, como señal que había pasado por aquel recóndito lugar. No estaba seguro si se trataba del kilómetro 10 o 12 para ese momento, mientras en mi cabeza congelada trataba de recuperar una copia de la ruta que muchas veces vi en la pagina del organizador.


Deje un pequeño grupo de personas en el punto de abastecimiento, incluso personas que habían llegado antes de mi y aunque todo estaba saliendo hasta ese momento "casi" bien, las cosas dejarían de ser color "casi" rosa. Segundos después de salir comencé a tropezar muchas veces, muy seguido. Al principio me pareció normal. De hecho, antes de llegar al km 10 me había caído un par de veces, sin consecuencias que lamentar, tropezones normales con una que otra piedra que "extrañamente" emanaba del camino. De inmediato me percate que el frontal no me estaba alumbrando lo suficiente como para poder correr con tranquilidad y facilidad. Tropezaba, caía, tropezaba y caía. Nada, baje el paso, un trote cuasi caminata para ver bien donde pisaba, a pesar de ello seguía cayéndome. Mientras tanto seguía subiendo. Me ayudaba cuando me alcanzaba uno que otro corredor, las luces de sus frontales me alumbraban el camino desde atrás y entonces podía correr un poco. El asunto es que me era imposible correr detrás de ellos ya que veía menos el camino e igualmente seguía cayéndome, con el riesgo de llevarme a alguien por delante.


Sin embargo insistí en correr, cuando alguien me alcanzaba lo seguía no de tan cerca. O cuando alguien estaba por alcanzarme retardaba su avance a fin de poder ver el camino hacia adelante con claridad. Mientras tanto movía el frontal porque aunque sabia que eran las pilas que estaban desgastadas, imagine que milagrosamente se arreglaría el asunto. Creo en Dios, pero no tanto como para que este me provea de tales milagros. Graso error!. Se me había olvidado verificar la condición de las pilas del frontal. ¿Como pude haber olvidado algo tan importante?. Como he dicho, siempre se aprende algo nuevo en cada carrera. Como sea, me estaba afectando mucho tomando en cuenta que eran poco mas de las tres de la mañana y que en Chile amanece o se pone claro a golpe de siete de la mañana. Me consolaba diciéndome, mejor, así no te revientas tanto al principio, lo que te ayudara para los kilómetros finales. La cosa es que la carrera apenas comenzaba, me pasaría hasta el perro mientras amaneciera. Estaba en tres y dos, mientras tanto corría tanta veces como me caía.


En un punto, quizás el km 12, comencé a bajar por un camino que era como para ir choleao. Aunque mi visión del camino era muy limitada, era innegable que el camino estaba muy despejado, claro, siempre con pequeñas piedras saliendo del camino, de esas que no se ven a simple vista, y sin luz mucho menos. A fin de cuentas, para caerse no hacen falta grandes peñones en medio del camino. Intente y medio logre apurar el paso. Tambaleaba al tropezar, perdía el equilibrio, el frontal estaba bien bruto para el momento, casi no alumbraba, muy pero muy poco. Y ustedes que leen esto se preguntaran si me había resignado a seguir en ese plan hasta el amanecer... pues no, justo al momento de saber que el frontal tenia las pilas desgastadas di gracias a Dios por llevar pilas de repuesto en mi bolso. El pequeño detalle era: ¿en que momento hacer el recambio de pilas?. Un par de veces apague el frontal y no se veía era NADA, oscuridad total. Cualquier parte del camino no era un lugar idóneo para cambiar las pilas. Mientras tanto las llevaba en la mano, hasta que imagine caer y botar las pilas hacia el monte mas oscuro y entonces las guarde rápidamente nojodas!!!, faltaba mas!.


En ese momento, quiero decir, en el cual llevaba las pilas buenas en la mano, esperaba el momento adecuado, el lugar adecuado, el tiempo adecuado. Me decía, voy a tenerlas aquí a la mano para determinar el momento en el cual cambiarlas. quizás la luna me ayude..., apagaba el frontal e igualmente no veía un coño. Me detenía para convencerme de que no podía cambiar las pilas por allí. Pensé en pedirle a algún corredor unos minutos de su tiempo para que me alumbrara mientras hacia el engorroso procedimiento de cambiar las pilas del frontal, porque recordé que el procedimiento era un tanto engorroso, había que hacerse con cuidado para que ajustaran bien, pero no tuve la voluntad ni el valor para pedirle a algún corredor tamaño favor en pleno apogeo de la carrera. Hubiese sido una falta de respeto para cualquiera, me coloque en su lugar y así lo pensé. Por eso guarde las pilas nuevamente y las metí en el bolsillo de mi camisa, no vaya ser que, como soy medio ateo, las mismas en un tropezón fueran a dar quien sabe a donde pero inencontrables e inalcanzables. Lo que me hubiese puesto a pelar bolas de verdad verdad, mas de lo que estaba pelando hasta ahora.


Y quizás muchos que me veían tambalear y se preguntaban porque lo hacia, si iba reventado tan temprano o mas bien, coño, ese carajo si que es irresponsable, comenzar la carrera con las pilas descargadas, que bolas!!!, ese fue otro de los motivos por el cual no pedí ayuda a nadie. Mientras, seguía consolándome diciéndome que lo que me pasaba en ese momento me ayudaría para otro mas adelante en la carrera. Es decir, ir lento al principio, llevar esa limitante, me ayudaría, como efectivamente sucedió, al final... y no tanto al final como verán. Y trataba de no desesperarme, manteniendo la calma. A pesar de ello no iba maldiciendo, mentando madre, lamentándome o cosas por el estilo. Creo que he superado dicha etapa, es algo que queda del aprendizaje después de cuatro ultramaratones en las piernas. Quizás es de tanto escuchar cantar a los monjes tibetanos el Om Mani Padme Humm camino a casa a través del metro y viceversa cada día, de cada semana, de cada mes, lo que me ha ayudado.


Incluso Igor, uno de los venezolanos que nos aventuramos a Chile, me llego a alcanzar. Me grito algo así como que !!Jesús!!!, me di cuenta que era el y estuve un rato a su sombra, a su espalda e incluso vio que me cai un par de veces delante y detrás de el. quizás se imagino que iba reventado o no se si se daría cuenta que el asunto era el frontal y mi irresponsabilidad y descuido con sus pilas. De tres a cinco minutos lo acompañe. Junto con nosotros iba una "Gringa". La que a la postre ganaría en la rama femenina, con menos de 10 horas como tiempo final. De hecho, Igor se equivoco de camino, la gringa y yo lo seguimos y al percatarnos nos devolvimos y la escuche preguntarme "wrong way", a lo que respondí "yes, wrong way". El frontal de los demás alumbraba una eternidad en comparación con el mió. No se me ocurrió pedirle ayuda a Igor con mi problema, estaba haciendo su carrera, además me hubiese sentido muy apenado en ese momento de haberlo hecho. Lo deje ir, era muy difícil seguir su paso porque era muy peligroso ir cerca de el valiéndome de su luz.


Sin pensar en nada y ya un poco resignado a esperar el próximo punto de abastecimiento en el kilómetro 23 para efectuar el cambio de las pilas, baje considerablemente el paso, en ocasiones pensando que el camino no tenia piedras aceleraba y me caía o tambaleaba, estaba atado a la liga del frontal. Y entonces al casi ateo se le hizo el gran milagro inesperado. De la nada y misteriosamente apareció a orilla del camino, igualmente a la izquierda, un puesto de abastecimiento que, completamente seguro estaba, no aparecía en el mapa inicial de la ruta. Y me pregunte de donde había salido dicho puesto ya que sabia de antemano que no era el kilómetro 23, aun faltaba quejode y aun mas al paso que iba, así fuese en bajada!. Me dijeron que era el km 15. Con sorpresa en la cara me detuve, primero bebí algo de gatorade, comí un par de duraznos deshidratados, tome agua y saque las pilas de repuesto de la camisa. Le pedí a una persona que se encontraba allí que me hiciera el favor de alumbrarme con su frontal, no había otro tipo de luz en dicho puesto y así lo hizo, mientras escuche decían... oye que bien preparado vino.... bien preparado hubiese sido que hubiese verificado el estado de las pilas antes de comenzar la carrera, pensé para mis adentros.


Mientras cambiaba las pilas llego a la mesa del puesto de abastecimiento Ilich, otro de los venezolanos en esta aventura, quien fue con sus propios medios, no se si porque alguna vez en el facebook le sugeri hacer dicha carrera antes de aventurarse a hacer La Misión, en Argentina, de 150 kilómetros, y así fuera palpando el asunto de largos recorridos. Quizás escucho mi opinion así como la de otros compañeros, pero como haya sido, estaba allí formando parte del Team Venezuela. En la mesa me dijo "Jesús", mas que todo como señal para que reconociera quien era. Yo le respondí: ...no veo un coño, estoy cambiando las pilas... El siguió, mientras yo cuidadosamente cambiaba las pilas con la luz que me proveía alguien del personal logístico, quien se dio cuenta que estaba colocando nuevamente una de las pilas desgastadas y me lo hizo saber... es que igualmente y con la tensa calma allí, casi ni se veía debido a la oscuridad total.


Fue un cambio radical, apenas encendí el frontal alumbro del carajo!, efectivamente las pilas estaban descargadas, imperdonable error. Me ajuste el bolso un poco y proseguí mi camino mientras seguía bajando, se notaba la diferencia notablemente aunque redunde. Se me hizo mas fácil el correr, mas facilidad al dar cada paso. El camino un tanto engañoso con piedras no sueltas pero si incrustadas y sobresalientes en el camino. Aunque visibles con buena luz como me percataba en esos momentos. A los pocos minutos alcance al amigo Ilich, en plena bajada, lo deje y seguí al próximo puesto de avituallamiento. No tenia una estrategia de carrera como tal definida pero si me plantee desde un principio abastecerme en cada puesto de control, así perdiera (invirtiera diría yo), algunos pocos minutos en ello. Todo con tal de tratar, atacar y controlar el hambre futura, que seguramente adelantaría sus respectivas horas.


Nada importante que reseñar mientras bajaba hacia el kilómetro 23, el próximo puesto de abastecimiento, el mismo camino, con pocas variantes, muy corrible incluso como para volverse loco. Asi llegue finalmente a una nueva carpa, ya conocida, del puesto de control en dicho kilómetro. Marcaron mi "pasaporte". El kilómetro 23 lo había cubierto en dos horas con 45 o 49 minutos, no recuerdo con exactitud. El asunto del frontal me había hecho perder muchos minutos, tantos como para alterar mi meta de llegar allí en dos horas como pensé inicialmente seria. Comí un trozo de cambur y un par de trozos de naranja, igualmente tome algo de gatorade y agua. Estuve poco tiempo allí. Justo antes de salir llego Ilich a quien deje abasteciéndose. El camino, físicamente igual, con la variante que una pendiente comenzaba a aparecer poco a poco. Igual me atreví a seguir trotando. detrás de mi venia una gran fila india de corredores con sus frontales alumbrando todo el camino. Note algo de frió en ese momento pero no le pare mucho. En algún momento perdí la guía del camino, el cual hay que destacar se encontraba muy bien señalizado, casi que cada 10 o 15 metros había una larga tira color blanca, un tanto luminosa al frontal, amarradas a los árboles o a cualquier otra cosa a lo que se pudiera amarrar, a un lado y otro del camino. Sin embargo, como no era luminosa totalmente, se daban los casos de pequeñas perdidas.


Mas que por la luminiscencia de las tiras, atribuyo las pequeñas perdidas a lo abrupto que se tornaba la ruta en algunos lugares y al paso que llevaba en ese momento... es decir, el camino derechito un buen rato y de pronto suasss había que agarrar a la derecha o izquierda... el asunto es que uno venia un poco esmachetao y seguía derecho quien sabe a donde hasta que se percataba que la ultima señal había pasado decenas de metros atrás... no había otra que devolverse por el mismo camino, ubicar la ultima señal e indagar acerca de la siguiente. Un par de veces estuve en un grupo de rutometros errados. Y dichas perdidas duraban de tres a cinco minutos, tiempo valiosísimo en ese momento. Un pelotón de cuatro a seis corredores nos pelamos un par de veces, entre los cuales estábamos Igor e Ilich, también me pareció ver un francés. Cuando decidimos no seguir perdiéndonos y tomar el camino correcto se formo una pequeña fila india y para ese momento la subida se tornaba mas empinada, era de esperar ya que aparentemente desde el kilómetro 23 hasta el 50 era solo subiendo según el perfil y el mapa que mostró la organización. Se alejaron mis compañeros venezolanos y decidí adoptar un paso relajado, por lo menos hasta el próximo puesto de abastecimiento y/o que amaneciera.


Y la subida mas empinada en algunos sectores, ya no tanta piedra, irónicamente un lugar donde no se podía correr no había ni un peñoncito en el suelo. El camino librecito y limpio, siempre de tierra. Y el frió pegando arrechamente, pegándome en la cara casi que de frente. De vez en vez me colocaba el buff hasta la nariz, incluso tapándola ya que el frió me la estaba quemando. Y como el frió a dejado mocho a mucha gente, pues yo no me quería quedar sin mi nariz. La cosa era que respiraba, inhalaba y exhalaba debajo del buff, no se mucho de biología, química y esas cosas de gases, pero entendía que lo que exhalaba lo volvía a inhalar y eso no me cuadraba mucho... no me parecía saludable o adecuado. Hay que ver que uno si piensa en pendejadas cuando no tiene en que entretener la mente. Por lo anterior me subía y bajaba el buff cada cierto tiempo. Si me lo ponía pensaba en aquella vaina y la respiración se me hacia pesada, si me lo quitaba el frió me quemaba parte de la cara. Lo peor era que sentía que la brisa fría me pegaba de frente. comencé a sentir una pequeña molestia en la nuca, creo que por efecto de subir el buff o bien que el frió estaba atacando un punto débil, para mi desconocido hasta ese momento.


El dolor en la nuca nunca en mi vida lo había sentido. Pensando que el frió atacaba ese recién conocido punto débil, y se aprovechaba de el, estuve a punto de sacar la chaqueta negra, el rompevientos, que tenia un gorro. Pero se quedo en un pensar, no me decidí a sacarlo no se por cual razón a pesar que el frió me estaba azotando. Mientras tanto note como me alcanzaban y pasaban y pasaban corredores. Al principio unos muy pocos, luego en aumento, tanto como para preocuparme y preguntarme que me estaba pasando. No tenia hambre, tampoco sed, me había hidratado adecuadamente. Algo me hacia caminar muy lentamente y no era precisamente la empinada subida de tierra. Pues nada, allí mismito el hombre con el gran mazo hacia su presencia, muy temprana por cierto. Me dio un sueño arrechisimo. Arrechisimo es la palabra que uso cuando no se describir algo tan implacable. Tan lento iba que me estaba durmiendo. Pensé, ¿será que voy tan mamao y reventao que el mismo organismo como mecanismo de defensa utiliza el sueño para recuperarse o atacar eso que lo esta debilitando?, no es paja lo que acabo de escribir, aunque no con esos términos el asunto va por allí y nuevamente insisto con que uno si que piensa en guevonadas absurdas cuando no tiene en que entretener la mente.


Pero pensé, ...va muy poco de carrera, no me he exigido "tanto", bien sea porque el frontal me limito, con su luz y mi irresponsabilidad con las pilas, la noche me freno con su frió clima, y además sentí que en los momentos que podía correr durísimo no lo hice por ir reservado, ciertamente no conocía la ruta mas que en mapas, lo que provocaba que no se fuera tan esmachetao. Entonces recordé que el día lunes me levante a las 4 de la mañana para agarrar el vuelo desde Caracas, ese día llegamos a Santiago en horas nocturnas y nos dormimos a eso de las 2 a.m. hablando gamelote de la futura carrera. El martes estuvimos caminando todo el día, con el proceso de inscripción, conociendo los servicios de la ciudad, los centros comerciales, los supermercados y restaurantes, e igualmente nos acostamos a la media noche. El miércoles en actividades similares al día anterior, en un trajín todo el día, recorriendo la ciudad en el metro, comiendo a horas pasadas y en lugares retirados, conociendo aquí y allá, comprando, comparando y criticando. Y para completar el día Jueves nos fuimos bien temprano a Viña del Mar y Valparaíso, a tres horas de camino en autobús, todo el día en iguales condiciones que los días anteriores, peor incluso porque no comimos adecuadamente y además llegamos full tarde al apartamento para luego salir a un centro comercial y nuevamente acostarnos tardisimo y evidentemente cansados. Y el día viernes mismo, bueno, estuve todo el día estresado, llamando desde casetas telefónicas al banco porque la tarjeta de crédito no me quería pasar por muchos establecimientos, la maldicion del venezolano en el exterior... fue a las 8 de la noche cuando finalmente pude llegar al apartamento y la carrera era en 6 horas...


Tenia sueño, lógicamente hablando, tenia un motivo porque tenerlo. Y como le comente a una persona antes de salir temprano a Viña del Mar: yo no soy un corredor elite, pros o algo que se le parezca a leguas, voy a la carrera solo con el fin de terminarla, ser finisher para mi ya es una satisfacción, aunque se crea lo contrario por mis comentarios. Para mis adentros pensé que no tengo que demostrarle nada a nadie, solo a mi mismo. Además, siendo realista con mis condiciones físicas, solo entrene sábados y domingos para este reto y no mas de 50 kilómetros hacia poco mas de un mes, además en un clima bastante calido, ¿que tanto me puedo exigir?, hay que soñar pero también ser realista en determinadas situaciones. ¿Llegara el día en que pueda montarme en el podio en una carrera de este tipo? aun no lo se, pero mientras eso llega me conformare con terminar y sentirme satisfecho de haber dado lo mejor de mi. No es fácil pararse en la línea de partida de unos 80 kilómetros, estar allí ya es una gran muestra de valor y superación personal.


Con toda esta pajita que he escrito igual el frió seguía azotándome, tanto como el sueño. El camino se torno amigable en algún trayecto, seguía siendo de noche, bastante oscuro todo y cuando mi reloj marco 3 horas con 45 minutos comenzaron a pasarme los corredores participantes de los 50 kilómetros, quienes habían salido a las 5 de la mañana, también desde el mismo lugar de la partida que yo pero por supuesto a través de una ruta mas corta. Al principio no lo entendí, ¿como puede ser posible que me estén pasando tantos corredores tan seguido y además tan rápidamente?. El paso que llevaban era brutal. Me lo creí por unos segundos hasta que me pareció extraño que todos llevaran la misma camisa color verde. Supe en ese momento que se trataba de los corredores de los 50 kilómetros a quienes si obligaron utilizar dicha camisa en la carrera. Pasaban como flechas mientras les cedía el paso oportunamente por los angostos senderos que para ese momento caminaba. Muchas veces di paso, sentí que debía ser solidario con ese primer pelotón que buscaba buenas posiciones y marcas. También es que no quería que me tumbaran al piso, estampidaaaaaaa!!.


Mi lucha con el sueño continuaba. Una feroz pelea sin duda y que precisamente no estaba ganando. increíble, yo supuestamente un corredor experimentado en estas cosas, dejándose vencer por el sueño sin ningún arma con la cual defenderse. Juro que no encontraba la forma de no dormirme. Una pequeña molestia en la parte baja de la espalda y otra en la nuca complementaban el ataque del hombre del mazo. Me las estaba viendo bastante fea, mientras perdía minutos valiosos caminando y caminando, sin hallar que hacer, procurando no detenerme, ligando que amaneciera para que el efecto "despertar" me ayudara, o el sol, o la luz del día. Y me pasaba titirimundi. Y hasta me estaba cayendo, claro, ya no por no ver sino por ir durmiéndome y no "ver" el camino, de bolas iba con los ojos cerrados. Tropezaba y tropezaba, caminaba tambaleándome de un lado a otro, como si estuviese de tragos. Y me daba cuenta de ello sin poder hacer mucho.


Finalmente los angostos senderos pasaron a ser una pista, un camino amplio, típico 4x4, tipo cortafuegos, perfectamente corrible, aunque con cierta pendiente. Al fondo la mismísima cordillera de los andes mostrando todo su esplendor, con su "nievecita" blanca cayendo por las laderas de sus montañas. Para ese momento había amanecido, había apagado y guardado el frontal en el bolso y aunque aun caminaba lo hacia con un paso mas rápido. Estaba cerca el puesto de abastecimiento del kilómetro 32, donde estarían, además de lo propio del abastecimiento, unas bolsas contentivas de cambio de ropa y alguna que otra cosa. No hacia mas que pensar en dicho puesto de control. Quería llegar a toda costa, no sabia del todo para que, imagino que para descansar un rato porque al igual que en el ultra trail du mont blanc 2009, no me quitaría nada de lo que llevaba puesto. Solo quería llegar y reposar un rato, trazar una nueva estrategia, cosa que incluso desde un principio nunca existió y pensar que hacer. Pero no fue fácil, aun el sueño me estaba azotando, tanto que en una ocasión me senté a un lado del camino y me dormí unos 20 segundos hasta que alguien paso y me dijo: amigo, amigo, a 500 metros esta el puesto de avituallamiento...


Ese justo momento lo recuerdo porque perdí los estribos un poco, me arreche conmigo mismo. Pero coño Jesús, ya esta bueno ya nojoda!... A lo lejos vi el puesto de avituallamiento y creo recordar trote los últimos 100 metros antes de llegar, para hacer el paro, no veo otra razón. Finalmente llegue al puesto de abastecimiento del kilómetro 32. Después de 4 horas con 45 minutos de carrera, una grosería de tiempo para lo que esperaba. Me ofendí con dicho parcial, pensé, siendo pesimistas, antes de la carrera, llegaría a lo sumo en 3 horas con 45 minutos. Eran las 6 y 45 minutos de la mañana. Una carpa, de mayor tamaño que las anteriores y con los mismos servicios que las anteriores. Imagine encontraría una vaina mas grande, una estructura diferente, es lo malo de visitar en el pasado avituallamientos como el de Courmayeur. Me senté unos minutos a un lado, me quite los zapatos y las medias para limpiarlos de piedrecillas mientras tomaba gatorade y agua, así como trozos de naranja. Decidí ir a buscar mi bolsa y dejar los guantes que llevaba amarrados en el bolso. Presumí que el frió no seria tan jodido como para obligarme a usarlos y así fue.


Después de algunos minutos, cerca de 5-7, me levante y seguí, igualmente sin pensar en alguna estrategia. Solo me pare y seguí porque vi que la gente llegaba y allí mismo salía, deteniéndose muy poco. Algo pasa aquí, me dije, esto esta muy raro... Después de dicho kilómetro el camino se veía muy amigable. Yo sabia, por el mapa mental que tenia del perfil de la ruta, que había que seguir subiendo, cerca de 200 metros de desnivel positivos hasta el próximo abastecimiento en el kilómetro 44, sin embargo el camino que se mostraba era bastante plano, corredores corriendo, trotando y muy pocos caminando. Y como dice la canción: esta tarde vi llover, vi gente correr, y no estabas tu... me refiero a mi mismo y me dije, a correr se ha dicho, ¿si ellos pueden porque razón yo no?...¿la estrategia a seguir?, tic, tac, tic, tac, piensa Jesús..., conseguir un paso de crucero!, que me permita ir mas rápido que ir caminando (y paradójicamente me quite el dolor en la parte baja de la espalda), que evite desgastarme rápidamente y que me permita mantenerlo durante muchas horas de recorrido por faltar.


Y Aunque seguiré echando este cuento mas adelante en una segunda parte (la despedida) les adelanto que conseguí dicho paso de crucero, y para muestra un botón: los 48 kilómetros restantes de la ruta los hice en 6 horas con 58 minutos. Una simple operación aritmética: 4 horas con 52 minutos hasta ese momento, mas 6 horas con 58 minutos lo restante, para un total de 11 horas con 50 minutos, mi tiempo final en la meta. Me he reencontrado con mi blog a través de la perdida de un par de amigos. Pero no se adelanten, les puedo asegurar que no es lo que ustedes creen.